domingo, 4 de marzo de 2012

Texto de Apoyo: ARQUITECTURA ORGANICA. ZEVI



La "planta libre" y el espacio orgánico de la edad moderna

Los ideales, la historia y las conquistas de la arquitectura moderna han sido expuestos exhaustivamente por Pevsner, Behrendt y Giedion, y han sido resumidos en Italia en 'el ensayo Storia dell'architettura moderna. Podemos, pues, limitarnos a indicar aquí los caracteres del espacio moderno.
El espacio moderno se funda en la "planta libre:'. La exigencia social que ya no plantea a la arquitectura temas áulicos y monumentales, sino el problema concreto de la casa para familia media, 0 la vivienda obrera y campesina hasta ahora fraccionada en sofocantes cubitos yuxtapuestos, así como la nueva técnica constructiva del acero y del hormigón armado que nos brinda la posibilidad de concentrar los elementos de resistencia estática en un delgado esqueleto estructural, concretan las condiciones efectivas para la formulación de la teoría de la "planta libre". Habréis visto seguramente una casa en hormigón armado en construcción; columnas y suelos se elevan desde las fundaciones hasta la azotea, antes que sea colocado cualquier elemento de pared exterior o interior. La arquitectura ecléctica había recubierto temerosamente esta estructura cristalina con la envoltura mural antigua, a fin de imitar la solidez y la consistencia plástica, que habían sido tan caras a la cultura del Renacimiento. La arquitectura moderna vuelve a proyectar el sueño gótico en el espacio y, explotando con acierto la nueva técnica para realizar sus intuiciones artísticas con extrema adhesión y audacia, establece mediante los amplios ventanales, verdaderas paredes de vidrio, el contacto absoluto entre el espacio interno y el externo.
Las paredes divisorias interiores, que ya no responden a funciones estáticas, pueden adelgazarse, curvarse, moverse libremente, y eso crea la posibilidad de conectar los ambientes, unir entre si los múltiples cubitos .decimonónicos y pasar de la planta estática de la casa antigua a la planta libre y elástica del edificio moderno. En la casa media el salón se funde con el comedor y con el estudio, el vestíbulo se reduce en beneficio de la gran pieza de estar, el dormitorio se achica, los servicios se especializan también con el objeto de conceder mayor amplitud a ese gran ambiente articulado donde vive la familia: el living room. Si esto sucede en la arquitectura urbana ligada y limitada por los vínculos de la estandarización especuladora y de la esclavitud urbanística, en el tema de la casa aislada la planta libre brinda ilimitadas posibilidades de divisiones interiores elásticas, ya sea directamente en el espacio, ya dentro de una malla estructural.
El espacio moderno reasume, pues, la voluntad gótica de una continuidad espacial y de una “descarnadura edilicia", pero no ya como objetivo final dentro del cual se puede insertar el elemento dinámico, sino mas bien como consecuencia de una reflexión social; reanuda toda la experiencia barroca
de las paredes onduladas y del movimiento de volúmenes, pero no 10 hace por ideales estéticos autosuficientes, sino por consideraciones funcionales que se superan en espléndidas imágenes poéticas, sustituyendo la masa de los muros barrocos por tabiques sutiles y ligeros, de vidrio o de delgado material aislante; continua la métrica espacial del Renacimiento en muchos edificios industriales y colectivos, como escuelas y hospitales, y del mismo Renacimiento recobra el gusto por las divisiones modulares, traduciéndolo en los términos del programa edilicio actual. Dentro del marco de las exigencias sociales colectivas, de la técnica moderna, de un gusto que -en parte también por antítesis polémica con la ornamentación aplicada del siglo XIX- prefiere la simplicidad y la esencialidad de los elementos figurativos, muchas conquistas espaciales precedentes encuentran así una nueva fisonomía artística propia. EI movimiento contemporáneo adopta asimismo del Renacimiento y del Barroco la lección de la riqueza expresiva individual. De tal manera que esta arquitectura moderna, que el gran público considera "siempre igual" -posiblemente porque no ha visto ni siquiera un ejemplo de ella, y considera únicamente la arquitectura pseudo-moderna que infesta nuestras ciudades y que de moderno no tiene sino una insignificante y estúpida " falta de decoración"- se diferencia en los distintos países y dentro de estos en escuelas tan numerosas como en los periodos históricos más floridos y fecundos, y se perfila en una pluralidad extraordinariamente rica de maestros.
Las dos grandes corrientes espaciales de la arquitectura moderna son el funcionalismo y el movimiento orgánico. Siendo ambas de carácter internacional, la primera de elIas surge en Norteamérica en la Escuela de Chicago entre 1880 y 1890, pero encuentra su formulación en Europa y su jefe en el arquitecto suizo-francés Le Corbusier; la segunda tiene su mayor exponente en la persona de un genio americano, Frank Lloyd Wright, y se difunde en Europa tan sólo durante el último decenio. Aunque ambas tienen en común el tema del plano libre, lo entienden en forma totalmente distinta: sólo racionalmente la primera, orgánicamente y con plena humanidad la segunda.
Entre las obras cumbres de la arquitectura doméstica de nuestra época, la Villa Savoie de Le Corbusier y Fallingwater de Wright muestran claramente esta diferente actitud de composición, y por lo tanto esta diferente poética . Le Corbusier empieza con una malla estructural, un cuadrado ritmado regularmente por columnas. Dentro de una fórmula geométrico-racional encierra el espacio en cuatro paredes provistas de ventanas continuas. Sólo en este momento empieza el problema de la planta libre. Las divisiones no son estáticas, sino que están formadas por delgadas paredes movibles; en el primer piso se extiende una gran terraza y, gracias a una pared de vidrio que se abre totalmente, el espacio exterior coincide con el interior, hasta, en altura, una amplia rampa, que sube hasta la terraza superior,
rompe el edificio, estableciendo una continuidad entre los distintos pisos. Todo esto se desarrolla en perfecta libertad, pero siempre dentro de un exacto esquema estereométrico.
En el delicioso Pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe, el orden de los elementos estructurales permanece rígidamente geométrico pero el volumen arquitectónico se descompone. El espacio continuo se corta por pIanos verticales que nunca forman figuras cerradas, geométricamente estáticas, sino que crean una fluencia ininterrumpida en la sucesión de los ángulos visuales. Estamos ante un desarrollo aun más liberal del tema moderno.
Para Wright la aspiración a la continuidad espacial tiene una vitalidad mucho mas expansiva: su arquitectura se centra en la realidad palpitante del espacio interior, y niega por tanto las formas volumétricas elementales, así como el sentido de altivo desapego a la naturaleza, que se afirma, por el contrario, en Le Corbusier. La planta libre no es para él una dialéctica interior al volumen arquitectónico, sino mas bien el resultado final de una conquista que se expresa en términos espaciales, partiendo de un núcleo central y proyectando los vacíos en todas las direcciones. Es natural, pues, que el drama volumétrico que de ello deriva posea una audacia y una riqueza insospechadas por los funcionalistas y su misma insistencia sobre elementos decorativos, independientemente de su gusto a veces discutible, indica una voluntad de liberación del rigor nudista y deliberadamente autodisciplinador del primer racionalismo europeo.
La arquitectura funcional respondió en América y en Europa a las inmediatas exigencias mecánicas de la civilización industrial; por eso proclamó los "tabú" del "utilitarismo", o sea de la adherencia al fin práctico del edificio y a la técnica, y de la "casa para todos", standardizada y anónima. La arquitectura orgánica con Wright en América, con Alvar Aalto, los suecos y los jóvenes italianos, responde a instancias funcionales más complejas: es funcional no solamente respecto a la técnica y a la utilidad, sino también en relación a la psicología del hombre. Su mensaje post-funcionalista es la humanización de la arquitectura.
Debido a ese intento, ha sido erróneamente tomada por un movimiento "romántico"; y hasta hay quienes hablaron de la fatalidad de un moderno periodo barroco después del racionalismo funcionalista. En una simplificación histórica de lo más superficial, se ha dicho que así como después de los templos griegos de Pericles (racionales) vino el helenismo (barroco), después de los monumentos del imperio (racionales) el barroco de la decadencia romana, después del románico (racional), el gótico (romántico), después del intelectualismo renacentista llega el barroco de los siglos XVII y XVIII, y mas tarde el neoclásico, y luego los movimientos románticos del mil ochocientos, así, por una fatal ley histórica, después del racionalismo funcionalista debe venir necesariamente el romanticismo orgánico. En realidad todo ello es un razonamiento disparatado, que pasa por lo alto un hecho que nada tiene de romántico, sino que es, por el contrario, de naturaleza científica: el nacimiento de la psicología moderna. La reiterada formula funcionalista de la "máquina para habitar" refleja esa ingenua interpretación mecánica de la ciencia como una verdad fija, lógicamente demostrable, matemáticamente indiscutible e invariable. Ese es el viejo significado de la ciencia, que ha sido reemplazado en nuestro siglo por lo otro nuevo, más relativo, elástico, articulado. El espíritu científico arroja hoy su luz sobre todo el campo irracional del hombre, descubre y libera los problemas colectivos e individuales del inconsciente, y la arquitectura, que en veinte años de funcionalismo se ha puesto al día con respecto a la cultura científica y técnica de un siglo y medio, se abre y se humaniza, no por romántica arbitrariedad, sino por el natural progreso del pensamiento científico. Si por un lado el problema del urbanismo y el de las masas obreras proletarias que entran en la vida política, llevo a los funcionalistas a la heroica lucha po la casa mínima, por la estandarización, por la industrialización de la construcción, es decir, llevó a resolver los problemas cuantitativos, por el otro, la arquitectura orgánica sabe que, si el hombre posee una dignidad, una personalidad, un mensaje espiritual -si se diferencia de un autómata-, el problema de la arquitectura es también un problema cualitativo.
El espacio orgánico es rico en movimiento, en indicaciones direccionales, en ilusiones de perspectiva, en vivas y geniales invenciones, pero su movimiento es profundamente original porque no tiene por objeto impresionar el ojo del hombre, sino expresar la acción misma de su vida. No se trata meramente de un gusto, de una visión espacial anti-estereométrica y anti-prismática, sino que es la tentativa de crear espacios no solamente bellos en sí, sino también representativos de la vida orgánica de los seres que viven en ese espacio. Si el patrón del valor estético permanece inalterado para las obras contemporáneas tanto como para las del pasado, la cultura poética de la arquitectura moderna se identifica con su planteo social. Una pared ondulada ya no es ondulada solamente para responder a una visión artística, sino para acompañar mejor un movimiento, un camino del hombre. El gusto por una ornamentación que prefiere jugar con la intersección de materiales diferentes (por ejemplo, paredes estucadas al lado de paredes de madera, hormigón armado yuxtapuesto a la piedra natural y al vidrio), el nuevo sentido del color, una nueva aspiración a la alegría que sigue a la severa frialdad de la teórica funcionalista, están determinados por un conocimiento psicológico mas profundo. El hombre, en la diversidad de sus actividades y de su vida, en sus exigencias materiales y psicológicas, en su presencia espiritual, el hombre integral en cuya realidad el alma y el cuerpo hallan su vital conjunción, ese es el centro de la cultura sobre la que nace el arte contemporáneo.
Esta intima exigencia social colectiva e individual que guía e inspira al urbanismo y a la arquitectura moderna, en su origen funcionalista y en su desarrollo orgánico, no puede ser tomada por un motivo materialista o meramente practico. En efecto, es un gran movimiento religioso, que posee una fuerza y una sugestión en nada inferiores a los movimientos religiosos o espirituales que inspiraron la creación de los espacios en las épocas del pasado; un movimiento que tiene un objetivo inmanente porque es humano, pero que afronta problemas no ya de comodidades contingentes, sino de la vida o la muerte de una sociedad en la cual el individuo invoca la libertad y busca desesperadamente una integración de su cultura. Es un movimiento que, en la era atómica, en nombre de un destino humano mas sereno y mas fértil, lanza un llamamiento por una escena física integrada, por un urbanismo y una arquitectura que sean una señal y una promesa o, al menos, un consuelo en nuestra civilización.
También por esta razón hallamos en el espacio orgánico esa cualidad que perteneció al gótico inglés, cualidad que es anti-clasicista en el sentido de que no quiere constreñir al hombre en un edificio definido con cánones fijos e inmutables en el que la única belleza que existe es la del conjunto, sino que glorifica el carácter orgánico del crecimiento, de la variedad, a veces de lo descriptivo. Y, también por eso, es ley de la cultura arquitectónica orgánica la escala humana, el rechazo de toda la arquitectura que se superpone al hombre o que es independiente de él.
Con este mensaje, digno de entrar en nuestro tema ya que su realidad está ya concretada en obras de arte merecedoras de encontrar puesto junto a las obras maestras del pasado, se cierra esta breve reseña indicadora de las edades espaciales.

ZEVI, Bruno, en: Saber ver la arquitectura, Poseidón, pp 100-108

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